En tales términos los protagonistas de esta historia resumen el buen sendero por el que los conducen la intachable conducta en el rubro de la gestión inmobiliaria en Carlos Casares que hace poco cumplió seis décadas.
La de Abel Candusso es una historia
construida entre papeles, diálogo y confianza. Esos fueron los principales
andamios de su relación con la comunidad de Carlos Casares que le valió el
respeto por su profesionalismo, aunque, como dice el propio Abel, no tiene
título universitario, pero tiene uno mejor, el de la honestidad.
El pasado 15 de febrero, antes Inmobiliaria
Candusso, hoy y, desde hace unos años Inmobiliaria Malatini, cumplió 60 años de
trayectoria en el rubro dentro de la comuna y, por ello, en su gira por conocer
y repasar historias, la Cámara de Comercio, Industria y Servicios (Cs. Casares)
visitó a los protagonistas para recordar los comienzos, conocer el camino y
analizar el presente de cara al futuro.
“El
15 de febrero de 1965 junto a Héctor “Fogata” Vázquez abrimos una oficina. En aquella época no existían los Contadores ni
había inmobiliarias en Casares; los pocos que se dedicaban no tenían título
como tampoco tengo yo el de Martillero”, inicia el diálogo Abel Candusso que
recuerda que sí había oficinas que liquidaban impuestos, ganancias, ingresos
brutos y demás.
Esos años era perito mercantil y los
únicos contadores que había eran de 9 de Julio. Candusso les llevaba
contabilidades y empezó a estudiar impuestos para liquidar; un amigo le
enseñaba. “Hacíamos transferencias de
automotores, vendíamos algún terreno”, añora.
La sociedad con Vázquez duró hasta 1977
cuando “seguí solo y fue el momento en
que en Casares se formó la Sociedad de Crédito que duró hasta la crisis de la
hiperinflación en 1989. Avancé con lo mío en la oficina y, la venta de algún
terreno. Lo que más me gustaba era vender seguros y participar en la venta de
inmuebles, pero, no tenía tiempo hasta que en los 80´, le dije a mi amigo,
Ernesto ´El Negro´ Doucet que venga a trabajar conmigo”. Fue una dupla
trabajadora. “Era muy laburador y
estuvimos varios años juntos hasta que con su familia se abrió solo y yo seguí
con lo mío”, evoca.
En 1996 Candusso sumó al negocio a su
sobrino quien sí era Contador matriculado y, comenzó a ocuparse de la parte
contable con liquidación de sueldos y jornales, contabilidades e impuestos; “yo no toqué más nada, dedicándome
directamente a seguros y a la inmobiliaria en el 96´”.
NUEVA
ETAPA, LA MISMA SERIEDAD
Posteriormente, en el 2013 Diego
Malatini se recibió de Martillero a quien Abel años atrás le había dicho: “cuando te recibas te venís a trabajar
conmigo, él nunca lo creyó y, me decía que mientras yo trabajara nunca pondría
su oficina. Por entonces Diego era profesor de tenis y comenzó las labores en
la oficina mediodía y, cuando me jubilé quedó a cargo de inmobiliaria”,
recapitula Candusso.
Y Diego (Malatini) así recuerdo el
momento: “Cuando comencé a estudiar
martillero daba clases de tenis y uno de mis alumnos era Abel (Canduso) y, en
las juntadas de pelotas siempre me contaba los negocios, me fue gustando la
actividad, hice la carrera y siempre dije que mientras el trabajara no pondría
una oficina, cuestión que cuando me recibí hice una cena íntima y me llevó una
agenda y me dijo que en ella iba a hacer el primer negocio ese año”.
“Me
sorprendí porque no era mi idea y, pensaba que a los 50 años pondría la
inmobiliaria, pero, a partir de ahí empezamos a hablar y, cumplido el año
trabajo como profesor de Tenis con el ciclo iniciado, de como un acuerdo
cerramos el trato de trabajar mediodía para ver si me adaptaba, pero, enseguida
nos complementamos en el trabajo y, así fue que en 2013 estuve mediodía y a los
tres meses me di cuenta de que quería colgar la raqueta porque me gustaba y me
sentía muy cómodo. En 2014 empecé el año completo”, comentó Diego
sobre cómo fueron los primeros pasos en el ambiente.
Con el trabajo en marcha, “Abel por cuestiones personales se ausentó
nueve meses y, ese tiempo, para mí fue la universidad. Abel siempre me dio
libertad para trabajar, fue demasiado solidario conmigo”, remata Malatini.
CAMBIOS
DE ÉPOCA
Hoy es común, en varias partes del país,
ver un inmueble a la venta con más de un cartel. Antes no pasaba. “Me asombra ver en muchos lados que una
propiedad tiene varios carteles, cosa que antes no pasaba. Me daban la potestad
de venta y el cartel se respetaba y, si venía un colega y me decía que tenía un
candidato por la propiedad, sino tenes compromiso vamos a participar en el
negocio, lo hacía, pero no se ponían dos carteles. He visto hasta cinco
carteles para en una casa y para mí no es serio” dice Abel Candusso
argumentando su teoría al decir que “lo
que debería hacerse es una carta orden donde por escrito el vendedor autoriza
al martillero por 180 días a vender su propiedad en X pesos y se respetaba,
como así también se podía retirar y no venderse, pero, se confiaba, se daba por
escrito, pero, este no se respetaba porque no era certificada ya que era una
simple orden, se hacía y se hace de palabra, salvo cuando es un campo porque,
por experiencia, siempre me gustó tener la carta orden en ese caso, ya que, un
campo requiere un movimiento mayor, se tiene que trabajar y viajar más y la
cifra es más importante” complementa.
Diego, por su lado, cuenta que “el mercado locativo está muy activo. Desde
que estoy trabajando en la oficina siempre fue mucha la demanda y la poca oferta,
hoy sigue igual y en cuento a las ventas lo mejor de mi experiencia fue entre 2016
y mediados del 18´ cuando mediante créditos hipotecarios la gente con un sueldo
podía comprar una casa. Antes y ahora es complicado, pero, los hipotecarios
están volviendo”.
